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lunes, 5 de marzo de 2012

Esa no es Carolina (Historia de terror)

Buenas, aqui os dejo otra historia de http://kruela.ciberanika.com/ (modifique el titulo y borre una cosa si quereis leer la verdadera esta aqui: http://kruela.ciberanika.com/terror_y_miedo.aspx?seccion=1&itemid=458&titulo=&capitulo=1)

No tenía por qué temer –se decía a sí mismo- pues él ya estaba lo suficientemente grande como para andarse con “mieditos y sobresaltos de niña adolescente”, así que decidió entrar a ese sitio una vez más. Respiró profundo, metió la llave en la cerradura y, antes que se arrepintiese o sus nervios lo traicionaran, entró. 
   A primera vista, nada había cambiado en los últimos diez años. El mobiliario era el mismo: la silla, la mesa y la vela estaban en el mismo sitio, sin una mota de polvo y el feo cuadro de la pared seguía torcido. Pero lo mismo le había pasado las otras veces, así que no se sorprendió de lo que sintió en su interior de golpe, como un mazazo, pues sabía muy bien que volver al sitio de aquel suceso y encontrarlo tal cual siempre desencadenaba en él todo un torbellino de sensaciones indescriptibles, confusas, únicas. Recorrió el interior con la vista despacio, muy despacio, como deseando obtener una instantánea para sí mismo. 
   Respiró hondo para calmarse, dio un paso hacia la mesa, alargó la mano y abrió el cajón superior. Allí dentro estaban, tal y como las había dejado, las fotografías, el libro, el resto de las velas y la tiza para dibujar en el suelo. Abrió el cajón inferior y encontró su pluma, su cuaderno y una pequeña navaja. La sopesó, como había hecho una docena de veces y se sentó para meditar sobre lo que tenía pensado hacer: pues sabía que no era una decisión que se debiera tomar a la ligera.  
 Abrió el libro, ubicó la página que le interesaba (y conocida de sobra por él) y dibujó en el suelo. Los trazos surgieron con rapidez, a pesar del nerviosismo que comenzaba a hacerlo transpirar un poco. Sonrió satisfecho al ver el resultado. Encendió la vela y colocó todos los demás elementos en el sitio indicado para tal ritual y se preparó para lo más difícil. Movió un botón y la pequeña navaja se desplegó, sin pensarlo más se hizo un pequeño corte en la mano y dejo que la sangre manara de la herida y resbalara por sus dedos hasta caer dentro del círculo de tiza. Con la mano libre, sacó de su abrigo una cámara de video diminuta, la preparó. Ahora sólo cabía esperar mejor suerte esta vez.    
   Empezó a entonar las palabras en latín como un mantra: despacio y en voz baja al principio y aumentando el tono y la velocidad hasta que las palabras se sucedían unas a otras sin posibilidad de diferenciarlas. Todo tenía que salir perfecto, mientras entonaba las palabras del conjuro, recorrió con la vista una vez más todos los elementos: La piedra blanca, la pieza de ropa, un papel con su nombre escrito y el mechón de pelo que los padres de la chica le habían dado, con el fin de contactarse con ella para indagar cómo habían sido los momentos previos a su muerte misteriosa para que su alma, por fin, pudiese descansar en paz... 
   No sintió la presencia al principio, concentrado como estaba en el ritual y en que los pasos se siguiesen al pie de la letra. Pero minutos después de haber entrado en una especie de trance en el que sus sentidos parecían haberse exacerbado, creyó escuchar una respiración a su lado, suave, cadenciosa. Quiso pensar que imaginaba todo y que ella no vendría a él (aunque moría de ganas porque así fuera) ya que no sabía qué sucedería si se diese el caso, pues la deseaba, la deseaba verdaderamente... y era exactamente eso, ese deseo irrefrenable lo que lo había hecho volver al lugar. Ese lugar donde todo había comenzado, donde una vez fueron juntos para hacer aquel extraño ritual por primera vez y que en un principio les había parecido tan inofensivo que no temieron a nada ¡ni a nadie! y que, sin embargo, tantas consecuencias les había acarreado, puesto que a ella, al parecer, también le acarreó la muerte...    
   Pero no, no era su imaginación. Frente a él, dentro del extraño símbolo dibujado en el suelo, la figura de Carolina empezaba a tomar forma. Era su figura y sin duda aquellos eran sus rasgos, sus grandes ojos castaños lo miraban desde el otro lado de la línea... pero no era Carolina. Ella, durante toda su vida, había tenido un aura de pureza y bondad casi palpable, en cambio aquél ser que se encontraba frente a él desprendía corrupción y maldad como si hubiese salido de las profundidades del averno.       
   Lo llamaba a su lado y él apenas podía contenerse. ¡Pero no, no podía ser ella, no podía serlo! El brillo de aquellos ojos era diferente, muy diferente al de su amada, es más, en realidad era la ausencia de ese "brillo" vital lo que le hizo entender que se trataba de algo distinto a todo lo que conocía (o creía conocer), "eso" que sus ojos miraban estupefactos era todo, menos su dulce y cándida Carolina... Y entonces aquel ser, aquella figura ajena a todo lo conocido, se le acercó lentamente hasta el borde de la línea dibujada en el suelo y se detuvo. 
   Él creía que los símbolos escritos en el suelo lo protegerían (como decía el conjuro). Pero una intensa brisa, con el olor del aire corrompido y que parecía no provenir de ningún sitio, desdibujó los signos de tiza y rompió cualquier encantamiento que pudiese protegerlo... Él no podía dejar de ver sus ojos ¡esos ojos infernales que parecían penetrar hasta lo más profundo de su ser! Intentó gritar, rezar, suplicar... pero sus labios no respondían, esa cosa parecía sonreírle, aunque no tenía facciones delimitadas pero, aún así, él creía ver en su rostro una sonrisa macabra.   
   Escuchó su nombre... una, dos, cien veces, martillando sus sienes, su ser entero. Lo llamaba, lo llamaban, no sabía si ella, él mismo o alguien más... pero su nombre se escuchaba en todo el lugar y entonces no pudo resistirse más, una fuerza sobrehumana lo levantó de su sitio y lo atrajo al centro de lo que había sido el dibujo con tiza que sus mismas manos habían trazado. Y entonces vio a "esa cosa" con su verdadera identidad. Lo que alcanzó a ver fue tan terroríficamente inenarrable que nunca podría haberlo descrito sin terminar en un manicomio... sólo se abandonó, se abandonó al terror que ya lo había embargado por completo y, cuando una garra demoníaca se alzó sobre él, ni siquiera pudo gritar ni intentó defenderse, inmóvil, a la espera de lo inevitable, expiró antes de que esa garra se introdujera en su cuerpo y le arrancase el corazón...   
    La policía encontró el cuerpo terriblemente destrozado, las evidencias encontradas en el lugar, es decir, los elementos utilizados en el ritual, sirvieron como fundamentos para abrir el caso como: asesinato ritual perpetrado por personas desconocidas. Caso que, meses después, se cerró para no volver a abrirse más... De lo contenido en la cámara, sea lo que sea que haya registrado, sólo se pudieron ver líneas distorsionadas y, como fondo, el nombre de la víctima pronunciado decenas de veces por una voz femenina mientras los gritos del hombre iban subiendo de intensidad hasta que, finalmente, se hizo un rotundo silencio y la cámara dejó de grabar...

Escrito por: El invitado fantasma

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